Tomar la decisión de pedir ayuda frente a una adicción nunca es sencillo. Muchas veces, tanto la persona que la padece como su familia dudan sobre el momento adecuado para dar ese paso. En Los Almendros acompañamos a quienes atraviesan esta encrucijada, ofreciendo distintas modalidades de tratamiento: residencial (ingreso) y ambulatorio a través de nuestro Centro de Día.
Pero, ¿cómo saber cuál es la opción más adecuada?
Cuando el consumo ya no está bajo control: Si los intentos de dejar la sustancia por cuenta propia han fracasado y aparece la sensación de impotencia.
Cuando la vida diaria se desordena: Ausencias al trabajo o estudios, abandono de responsabilidades, problemas económicos o legales.
Cuando la salud está en riesgo: Aparición de síntomas físicos o psicológicos graves (ansiedad, depresión, insomnio, deterioro físico, ideas autodestructivas).
Cuando el entorno se rompe: Discusiones familiares, aislamiento social, pérdida de confianza en los vínculos.
En estos casos, un ingreso residencial puede ser la mejor opción, ya que ofrece un entorno seguro, protegido de estímulos de consumo, con apoyo terapéutico constante y una estructura que facilita la estabilidad.
En otros casos, si la persona mantiene cierto grado de autonomía y apoyo social, el Centro de Día es una alternativa eficaz: permite recibir tratamiento intensivo durante varias horas al día, mientras se mantiene parte de la vida cotidiana en el exterior.
Para los familiares, suele ser aún más difícil decidir. Algunas señales de alarma son:
Vivir en estado de alerta: Estás constantemente pendiente de si tu ser querido consume, dónde está o qué hace.
Conflictos frecuentes: Las discusiones, los reproches y la tensión marcan el día a día de la convivencia.
Mentiras y ocultamientos: Notas incoherencias, excusas frecuentes o situaciones en las que tu familiar oculta información relacionada con su consumo.
Desgaste emocional: Te sientes cansado, impotente o al límite, como si ya no tuvieras recursos para ayudar.
Problemas económicos o legales: Descubres deudas, pérdida de empleo o incidentes relacionados con la adicción.
Cambios de personalidad: Percibes que tu familiar ya no es el mismo, mostrando agresividad, apatía, irritabilidad o falta de interés por todo lo que antes le importaba.
Sensación de que la familia no puede sola: A pesar de los intentos, notas que los esfuerzos de la familia no son suficientes y que se necesita apoyo externo.
En estos escenarios, lo más recomendable es no esperar a que la situación toque fondo. Buscar ayuda especializada cuanto antes evita un mayor deterioro y aumenta las posibilidades de una recuperación exitosa.
En ambos casos —paciente y familia— es fundamental recordar que no es necesario esperar a tocar fondo. Cuanto antes se busque ayuda, más fácil será el proceso de recuperación y mayor será la probabilidad de éxito.
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